Nunca había hecho ejercicio. Odiaba las clases en secundaria y recuerdo inventar excusas para evitar la clase de atletismo. Era una actividad ajena a mí; me sentía cansada, imposible de terminar una sola vuelta a la pista. Hace poco más de dos años que decidí comenzar a ejercitarme persuadida por el miedo a envejecer, que los músculos comenzaran a entumirse y la elasticidad sea nula.
Cuando lo decidí, descargué la app Nike+ y comencé. El inicio fue decepcionante. No podía completar ni un kilómetro. Mis piernas no lo soportaban, mi respiración era fatal y mi mente era tan débil que no podía mantenerla enfocada ni dispuesta a dar más.
Cada fin de semana volvía a intentarlo. Logré el primer kilómetro. ¡Qué alegría!, me sentía agotada pero al mismo tiempo dispuesta a volver a intentarlo la siguiente semana. Paralelo a correr cada fin de semana, decidí tomar clases de meditación. Mi mente comenzó a calmarse, a entender la importancia de la respiración, de enfocarse en las actividades que uno está realizando, en vivir el momento y darlo todo. Esta práctica ayudó a entender qué hacía al correr; a escuchar al cuerpo. Cuándo necesita parar, cuándo puede dar más, cuándo necesita espacio y cuándo un aliento.
Poco a poco, la ambición me empezó a ganar. Cada fin de semana subía mi meta. De 1K subí a 3K, pronto a 5K y empecé a subir más hasta llegar a 7K. La distancia más alta a la que llegué fue 10K. ¡Todo un orgullo para mí haberlo logrado después de años de odiar correr!.
Pero paré. ¿Fue que había llegado a una meta que ya no tenía un reto más por hacer? La verdadera razón es que había veces que ya no tenía tiempo de correr. Tomé unos meses sabáticos que complementé con yoga, ballet y pilates para seguir manteniendo activo el cuerpo.
Extrañaba correr pero ya no tenía tanto tiempo y comenzaba a sentirme demasiado cansada al comenzar y al terminar la carrera. En ese momento llegó a mi poder el nuevo iWatch y una de las aplicaciones que más me emocionó fue Activity, una app que te reta a concluir tres categorías diarias de movimiento: estar parado, ejercicio y quema de calorías. Esto con la finalidad de hacer tus días más saludables, con lo mínimo o lo máximo que tú decidas, pero por lo menos hacer una diferencia en tu actividad del día a día.
Estaba emocionada, debía comenzar de nuevo, pero seguía cansada, con sueño todas las mañanas y agotada al llegar del trabajo en la noche. ¿A qué hora realizaría el ejercicio diario que me alentaba iWatch? Decidí ir con una nutricionista ya que estaba segura que mi problema era realmente de alimentación.
Hice una cita médica. Efectivamente, el problema principal era la falta de proteína en mi alimentación diaria. No podía sobrevivir con ensaladas ni un café de desayuno. Comencé a comer proteína mañana, tarde y noche. Frutas cada 3 horas y muchas verduras.
La diferencia fue impactante de un día a otro. Me sentía con demasiada energía, concentrada y lista para todo. Así comencé el retro de correr 30 minutos al día.
Quería ponerme un límite ya que si lo dejaba abierto podía bajar o subir el tiempo dependiendo del estado de ánimo. Quería hacerlo justo y cumplir una cuota diaria. Comencé a finales de junio y desde entonces no he podido parar.
Mi cuerpo lo reclama cada día. No hay una sola mañana que no despierte animada a ponerme los tennis y salir a correr los 5K que he alcanzado con ese tiempo. Me llena de energía comenzar así el día. Es una manera de dejar atrás el estrés, la mala energía y comenzar de nuevo. Una forma de meditación que encuentro atractiva y que ayuda a liberar la mente, la creatividad y mantener la mente oxigenada.
Mi estado de ánimo es siempre bueno y entusiasta. Aunque no era la intención, también he bajado de peso y talla desde entonces; casi 5 kilos pero con más músculo gracias al ejercicio y la proteína que como diario. Me siento saludable, activa y ambiciosa.
¿Qué sigue? Por el momento, la meta es lograr esta rutina por los 365 días del año. ¿Imposible? Como decía Audrey Hepburn ‘Nothing is impossible, the word itself says I’m possible’. (Nada es imposible, la propia palabra lo dice: “Yo soy posible!).
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